dilluns, 24 d’octubre del 2016

Alguien voló sobre el Comité Federal del PSOE


Quede claro, de entrada, que no soy partidario de recurrir por sistema a plebiscitos refrendarios; para esto están los órganos de gobierno en cada estado, partido u organización. Sólo en situaciones excepcionales, acaso tal medida esté justificada, y requiere ineludiblemente que quien convoque esté debidamente legitimado.

Igualmente, soy partidario de la disciplina de voto, y cada vez que algún periodista, iluminado o tendencioso, o algún político, inescrupuloso o disidente, diserta sobre estos temas, se me llevan los demonios. Pero claro, la justificación de dicha disciplina de voto obedece a dos factores que son, a su vez, sine qua non. La primera, que se esté votando en consecuencia con el programa con que la formación concurrió a las elecciones; la segunda, que la decisión sobre el sentido del voto la haya adoptado el órgano de gobierno legitimado para ello.

A tenor de las anteriores afirmaciones, y ya que hablamos del PSOE, tal vez pudiera parecer que considere legítima la decisión de abstenerse, de imponer la disciplina de voto y de evitar cualquier consulta a la militancia. Pues va a ser que no. Veamos. Y que conste que no me pronuncio sobre si sería partidario, o no, de dejar formar gobierno o de seguir votando no; ni me pronuncio ni me he pronunciado en ningún momento a lo largo de todo este proceso. Es sencillamente como se ha hecho lo que produce auténtica repugnancia, por lo inmoral del procedimiento.

De la decisión que ha adoptado el Comité Federal del PSOE, optando por la abstención en la próxima sesión de investidura -para facilitar así que haya gobierno y evitar unas terceras elecciones-, y la imposición de disciplina de voto a los diputados de su grupo parlamentario, sólo puede colegirse que se trata de un ejercicio de cinismo supremo, llevado a cabo por unos sinvergüenzas que, además, supone un desprecio absoluto a su militancia y a sus votantes; una canallada que probablemente sea la mortaja de este partido, al que sus actuales dirigentes han vendido en aras a inconfesadas prioridades y que, para algunos de ellos, tendrá probablemente efectos individuales salvíficos; desde posibles sobreseimientos para ciertos amigotes de la sultana, hasta vaya usted a saber qué. Ni más ni menos.

El golpe de mano áulico que descabalgó a un político mediocre como Pedro Sánchez, tenía como único objetivo llegar a la decisión que hoy se adoptó. Esto estaba ciertamente cantado, tanto como que se descartó cualquier otra vía que pudiera torcer tal designio. Pero es que no se da ninguna de las tres condiciones que se exponían en los dos primeros párrafos, sino, justamente, todo lo contrario.

Porque para exigir disciplina de voto se requiere legitimidad por parte de quien la exige, amparada en el programa electoral o en el ideario del partido. Y no se da ninguna de las dos. En primer lugar, porque la gestora que ha convocado al Comité Federal procede de una conspiración ilegítima que no ha reparado en medios. Esta gestora no está legitimada habiendo surgido de donde surgió. En segundo lugar, porque todo el discurso reciente del PSOE, ha consistido en vender en que bajo ningún concepto facilitaría un gobierno de PP.
Queda el primer argumento, lo excepcional de la situación, que sin duda lo es. Bien, pues entonces sí que, si hay que cambiar de discurso y donde se dijo «digo» hay que decir «diego», tal vez sí que hubiera sido procedente convocar un plebiscito refrendario entre la militancia. Pero es que resulta que quien más se aproximó a esto fue el defenestrado Sánchez. Y ha sido precisamente la consulta lo primero que han descartado de entrada los «sultaneros», no fuere a salir lo que no conviniere. Que hay mucho en juego; para algunos puede que incluso la cárcel. Las sobras del banquete, o las bíblicas treinta monedas de plata.

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