dilluns, 2 de febrer del 2015

PODEMOS Y LOS ACTOS FALLIDOS DEL FRANQUISMO PSICOLÓGICO





No voy a hablar en este post de la campaña que se ha desencadenado desde los más variopintos medios, y desde el poder al que obedecen, contra toda la cúpula de PODEMOS. No se trata, pues, de inculpar o disculpar a Pablo Iglesias ni al honrado y responsable ciudadano que le acusa de haberle pagado en negro -ignoro si la reforma del baño de su casa, fotocopias o cualquier otra chapucilla-, ni de los cobros que Monedero se embolsó al idem en sus aventuras sudamericanas, declarados, por cierto, a Hacienda -un caso más bien de exportación de talento y de retribución en divisas, a lo cual si alguien tuviera algo que objetar, deberían ser los paganos-, ni, desde luego, de la legalidad o no de un contrato universitario casi mileurista como el de Errejón, aunque no deje de ser curioso tanto celo como parece mostrar, ni más ni menos que la virginal UCM, en este caso particular.  

No, ya he dicho que no voy a hablar de esto, ni de la histriónica asimetría con que se comparan desvergonzadamente estos casos con las tarjetas black y la estafa a miles de ciudadanos perpetrada por los fulanos y fulanas de Bankia o la CAM, el caso Millet o el caso Pujol, la operación púnica, Gurthel, Bárcenas etc. De lo que sí voy a hablar es de la última acusación contra Pablo Iglesias, que se presenta como definitiva y concluyente: que su padre militó en el FRAP(!).

La «acusación» procede, inicialmente, de los medios más contumazmente montaraces, pero su difusión no. Hay una mano que mece la cuna. Y es en las valoraciones donde queda manifiestamente claro que aquí algunos siguen considerando la democracia como una solución de continuidad al franquismo, y a éste la legitimación moral y política de aquélla; su causa formal y, si me apuran, hasta su causa eficiente. Y esto demuestra que sigue habiendo un franquismo psicológico que valora con un doble rasero las posiciones que cada cual pudiera haber mantenido frente a lo que fue, sin más, una dictadura instituida por la fuerza de las armas.

El problema en relación a esto no es tanto que Franco muriera en la cama y el franquismo se reciclara hacia la hegemonización de la transición a la democracia, llevada a cabo por sus sectores más pragmáticos. No, el problema es la valoración implícita del franquismo como un régimen de legalidad desde el cual se desacredita a cuantos se opusieran a él con sus mismo medios, sólo que mucho más precarios. Y esto se nota en la pretensión de desacreditación de la supuesta ideología de Pablo Iglesias amparándose en que su padre fuera -si es que lo fue de verdad, lo cual ignoro- militante del FRAP, no por su oposición al franquismo, de la cual se jactan hoy notorios franquistas de por entonces, sino por lo de la lucha armada, claro, y por el carácter terrorista que se le atribuyó a la banda.

Un argumento, éste, muy en la línea del empleado por los milicones que condenaron a muerte Julián Grimau, no por su militancia en el PCE, según ellos, en el momento de la condena, sino por sus actos durante la guerra civil como comisario político. Es decir, como criminal de guerra, como si no fueran también criminales de guerra los que le condenaron y como si no fuera la única diferencia entre Grimau y sus jueces que uno estaba en bando de los vencidos y ellos en el de los vencedores. Porque, no lo olvidemos, hubo vencedores y vencidos.

En rigor, sólo puede hablarse de terrorismo en España a partir de la entrada en vigor de la Constitución de 1978, o, en todo caso, un par de años antes, a partir del momento en que se vislumbra que, ya con Suárez, se está caminando hacia el proceso que culminó con su promulgación. Pero hasta entonces, lo que había era una dictadura casposa y sanguinaria, que no perdió la oportunidad de morir matando hasta su último aliento -por cierto, a dos militantes del FRAP entre las últimas cinco ejecuciones apenas unas semanas antes de la muerte del dictador-, y que, muertos en la guerra civil aparte, carga sobre sus espaldas con doscientas mil penas de muerta ejecutadas «legalmente» y cuyos ejecutores han quedado en la más absoluta impunidad. "Obedecían órdenes", claro, como aquellos otros...

Igual que han quedado en la impunidad tantas otras guarradas y canalladas como se cometieron en la posguerra por parte de los vencedores, sencillamente por la simple razón de pertenecer a este bando: desde adjudicaciones fraudulentas y expropiaciones ilegales, hasta extorsiones para legalizarlas, siendo hoy los herederos de los asesinos, de los expropiadores y de los matones, todos ellos gente respetable y de respetabilísimos partidos democráticos, pero el origen de cuya opulencia se fundamenta en el botín de guerra que les ofreció la condición de miembros del bando vencedor a sus progenitores en la última guerra civil. Todo eso ha quedado también impune. Por cierto, no lo olvidemos, al único juez que le dio por abrir un sumario contra el franquismo, aun treinta años después, lo echaron de la judicatura.

Así que, qué quieren que les diga. A uno el FRAP no es que le cayera nunca especialmente bien que digamos. Y menos aun sus veleidades albanesas a la Henver Hoxa ¿pero lo de la lucha armada mientras esto era una dictadura armada? A ver si nos enteramos. Si tuviera que elegir, preferiría a cualquier miembro del FRAP que al inspector Melitón Manzanas; un caso muy a propósito y que retomaremos. Por cierto, el FRAP no esperó a la Constitución; se disolvió inmediatamente después de las elecicones de junio de 1977, las primeras celebradas en España desde febrero de 1936. Algo que, también con excesiva frecuencia, acostumbra a olvidarse.

Hasta que no entendamos que aquí la legalidad democrática comienza con la Constitución, o un par de años antes, no entenderemos que lo que hubo hasta entonces era una dictadura repugnante cuyo poder emanaba de los espadones. Pero el problema es que algunos no han hecho tabula rasa, o aunque digan que la han hecho, el subconsciente les traiciona a las primeras de cambio.

Sin ir más lejos, verbigracia: uno de los primero actos del actual Borbón fue inaugurar un monumento a los policías nacionales fallecidos en actos terroristas. Nada que objetar, todo lo contrario, excepto por la falta de tabula rasa. Porque... adivinen quién era el primero de la lista. ¿Lo han adivinado? ¿No? Pues ya se lo digo: Melitón Manzanas. Me pregunto si alguno de sus familiares o descendientes formará parte de la asociación de víctimas del terrorismo. Porque si es así, queda descalificada per se.

No. De víctimas del terrorismo y de terroristas sólo podemos hablar desde que este país es una democracia. Pero no antes. Porque antes era una dictadura. Y lo que demuestra que hijos de conspicuos franquistas -ministras peponas incluidas- critiquen la militancia política en el FRAP del padre de Iglesias, es que les traiciona el subconsciente y que bajo los Vogue y los Armani, asoma la pata de la cabra de la legión. 

Porque uno nunca ha visto a un Borbón realizar ningún homenaje a Julián Grimau. A Manzanas, en cambio, sí. ¿A qué estamos jugando? ¿Y luego se escandalizan porque Pablo Iglesias rechace ponerse en la solapa la bandera borbónica que le ofrecía Pantuflo? ¿O que en la manifestación del domingo en Madrid no hubiera ninguna rojigualda? Porque, ojo, banderas españolas sí las había, y muchas ¿o no es española la bandera republicana?

A lo mejor depende de donde cada cual pone la tabula rasa. Es decir, la fuente de la legalidad vigente. Yo la pongo con el advenimiento de la democracia. A partir de allí lo que era resistencia armada se convierte automáticamente en terrorismo. Ellos, en cambio, parece que su tabula rasa particular la sitúan en el 18 de julio de 1936. Sus propios actos fallidos les delatan.

2 comentaris:

  1. Presiento que el franquismo no puede ser más (sic) que psicológico, exaltado por el ánima de los que no pueden prescindir de su "fantás-tica" existencia, o sea de los pagafantas actuales o de un futuro inmediato.

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  2. Siempre habrá "pagafantas", y quien se las beba. Personalmente prefiero a los "pagagüisquis", pero no abundan.

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