dimecres, 17 de setembre del 2014

METÁFORAS FERROVIARIAS



Desde que, allá por los inicios de los ochenta, un preclaro ministro, el gran Sancho Rof, nos ilustrara sobre el agente causante del síndrome tóxico de la colza con la impagable metáfora de “un bichito que si cae al suelo, se mata”, el uso grosero del tropo de la metáfora entre los políticos ha dado para una antología fascinante. Afortunadamente, esto ha cambiado.

En la mayoría de casos, invitaban más bien a la chanza, pero una de las más recientes, a cargo de otra «grande», me inquietó sobremanera. La profirió Alicia Sánchez Camacho, a la sazón presidenta del PP en Cataluña, cuando, en referencia al proyecto independentista del Sr. Mas, le espetó que estaba provocando un «choque de trenes».

Una metáfora trágica que me inquietó porque, pese a que uno, aun habiendo viajado mucho en tren, ha tenido hasta ahora la suerte de no verse envuelto en ningún accidente ferroviario, la imagen que evoca este tipo de siniestro es dantesca. Más,, incluso diría, que la de un accidente automovilístico, aéreo o náutico.

No sé… el siniestro automovilístico, aun siendo terriblemente trágico, puede que lo hayamos acabado viendo como un médico a sus pacientes terminales: algo terrible, pero «normal» e inevitable. Nos duele por igual, sabemos que ha muerto más gente en accidentes automovilísticos que en toda la segunda guerra mundial, que hay que combatirlo y evitarlo; pero de una forma u otra, convivimos con él. No es, desgraciadamente, algo excepcional. Un accidente ferroviario, un choque de trenes, en cambio, sí. Los noticiarios nunca empiezan con el detalle de los accidentes del último fin de semana, a menos que haya habido muchos. Si se trata de un accidente ferroviario, es la primera noticia.  

El accidente aéreo, a su vez y en lo referente a las víctimas, acostumbra a ser limpio, rápido y definitivo. Puede que unos instantes de agonía existencial y… se acabó. Otra cosa es el paisaje que deja, igualmente dantesco, pero aquello ya no es el accidente, sino su resultado, a partir del cual podemos pensar que reconstruimos lo que ocurrió, pero lo que tenemos allí delante es un epifenómeno del accidente, no el accidente. En el caso ferroviario, en cambio, estamos ante el accidente donde se produjo.

En los accidentes náuticos, naufragios, con excepciones como el del “Costa Concordia”, acostumbra por regla general a no quedar nada en el escenario. Y además, es que Doña Alicia apeló directamente al símil ferroviario. De ahí mi inquietud y desasosiego. Por lo que evoca y por lo que connota.

Pero el presidente Mas me tranquilizó ayer con su brillante contrametáfora. Que no nos preocupemos, porque no se trata de dos trenes –el español y el catalán- que circulen en dirección contraria por la misma vía. Nada de esto. El tren catalán, con sus pasajeros a bordo, va por una vía, y el español, por otra, cada cual en dirección a su correspondiente destino. Y cada día están más alejados. El choque de trenes es, pues imposible. Vean si no. Y sentí un gran alivio.

¡Menos mal! Pensé… con lo preocupado que estaba yo. Eso es una metáfora, y no la del “bichito”.


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