dimarts, 8 de juliol del 2014

EL ARTE DE MENTIR O "E = m2 c"




E = m2 c

No es una variante de la relatividad ni nada por el estilo, sino la fórmula del engaño, igualmente científica. Efectivamente, Engaño es igual a Mas por Mas por Colell, es decir, Mas al cuadrado por Colell.
Lo anunciaba ayer el ecónomo de esta banda del empastre en que se ha convertido el gobierno de la Generalitat de Cataluña: no habrá devolución de la paga extra que nos han choriceado un año más a los funcionarios que tenemos la desgracia de depender de estos desaprensivos. ¿La razón? No le salen las cuentas. Sin más.
Su superior jerárquico había anunciado hace un tiempo que si la taimada España les traspasaba el impuesto sobre las transacciones bancarias, destinaría los ingresos obtenidos a cumplir sus obligaciones con los funcionarios públicos de Cataluña y abonarles dicha paga extra. Dicha transferencia competencial se llevó a cabo y es hoy competencia de la Generalitat de Cataluña. Pero Mas Colell ha dicho que no, que la cosa no da para tanto y que de pagarles a los funcionarios, nada de nada.
La proclamación de Mas se difundió en su momento a los cuatro vientos, el desmentido de Mas Colell ha pasado prácticamente desapercibido; tanto, que es imposible encontrar un link. Sólo unos breves segundos, ayer, en el noticiario de TV3. Hasta puede que sea lógico, se les ha pillado en una mentira, y como al que miente se le llama mentiroso y a nadie le gusta pasar por embustero, lo de siempre, a correr un tupido velo. Y aquí paz y allá gloria. Todo por la patria...
Valga decir que los funcionarios que cobran de la Generalitat de Cataluña son los únicos que este año van a quedarse sin su paga extra. Los del resto de España la percibirán íntegra en su mayoría, con ciertos matices en algunos casos –sin computar los sexenios, por ejemplo-. Incluso en la misma Cataluña, los ayuntamientos han sorteado dicho latrocinio amparándose en su autonomía municipal y, de una u otra forma, los funcionarios municipales percibirán, como es de ley, sus catorce pagas anuales. Aquí, la única que no paga, es la Generalitat.
Lo más alarmante de todo esto no es, que también, la pertinaz mendacidad que les aqueja, sino el argumento que el ecónomo ha dado. Porque en su momento, hacerse con la transferencia de este impuesto era ni más ni menos que una cuestión de vida o muerte para Cataluña. Todo iban a ser albricias, y precisamente por esta razón, la retorcida España nos lo negaba. Ahora resulta que no había para tanto y que no llega ni para un café. Ni siquiera la buena voluntad de, como mínimo, paliar el latrocinio cubriéndolo parcialmente; no sé… si no daba para la paga entera, al menos digo yo que sí hubiera podido dar para media, con lo cual el importe de robo se hubiera reducido a un 25% y, además, hubieran demostrado que estaban por la labor.
Porque si la transferencia de ese impuesto resulta ahora que no da ni para una bolsa de pipas, uno no puede sino pensar que erraron en el cálculo. Y si se equivocaron al calcular el impacto de un impuesto ¿Quién puede entonces asegurarnos que no yerran también en sus cálculos sobre el déficit fiscal catalán respecto a España, un tema, por cierto, mucho más complejo? ¿Le vamos a suponer a alguien que no sabe sumar, capacidad para resolver cálculos mucho más complejos? A ver si al día siguiente de la independencia resultará que lo del déficit fiscal era también un error de cálculo y nos vamos a quedar en cuadro.
Pero a lo que íbamos; que el ecónomo dice que Cataluña está muy mal y los funcionarios no pueden permitirse la frivolidad de cobrar lo que les corresponde. Hay que joderse por la patria. Que no hay dinero, pero la verdad es que uno empieza a dudarlo al mismo tiempo que toma cuerpo la sospecha de que tal vez no haya dinero para según qué, pero sí para según qué otras cosas.
Porque sí hay dinero para sufragar un referéndum que no se va a realizar, pero cuyos gastos reconvertidos en beneficios se embolsarán los gañanes de siempre.
Porque sí hay dinero para subvencionar la creación de nuevos canales de televisión afines a la causa.
Porque sí hay dinero para pagar a lobbies que faciliten las entrevistas del tarugo en medios de comunicación internacionales haciendo el ridículo cada vez que aparece.
Porque sí hay dinero para seguir manteniendo costosas embajadas en el extranjero, para que los amiguetes se solacen en la más absoluta y bien pagada molicie.
Porque sí hay dinero para seguir pagando cargos, carguetes y correveidiles de pacotilla para que difundan la buena nueva.
Porque sí hay dinero para que los políticos perciban sus dietas, sus catorce pagas y sus fastuosos viajes con parafernalia de estado bananero.
Porque sí hay dinero para subvencionar a los medios de comunicación domeñados y crear una situación de manipulación informativa inédita en cualquier país civilizado, que produce rubor sólo con pensarlo.
Porque sí hay dinero para financiar –sí, tal cual- la privatización de la sanidad catalana o aumentar los conciertos con la escuela privada, mientras las plantillas de la sanidad y la enseñanza públicas siguen recortándose.
Porque sí hay dinero para lo que, en definitiva, les interesa. Pero no lo hay para cumplir con las obligaciones y compromisos que, como Administración, les corresponden. Porque no quieren ser Administración, sino sólo como plataforma para sus designios; sus más que escrutables designios…
En la película “Espartaco” (Stanley Kubric, 1960), el gran Charles Laughton, interpretando al senador Graco, aleccionaba a un joven Julio César (John Gavin) sobre los distintos amores que se pueden sentir por la patria, advirtiéndole sobre las intenciones del rico Craso (Lawrence Olivier). A Roma, le decía, se la puede querer como a una madre o como a una mujer. A una madre se la protege; a una mujer se la posee. Craso quiere a Roma para poseerla, como su alcahueta.
Está claro qué tipo de amor patrio es el que sienten estos tipos por Cataluña. Más claro, agua. La verdad, uno piensa que estas situaciones sólo pueden mantenerse con unos niveles de narcosis social azorantes. Como una fimosis cerebral. Después de todo, quizás sea en éste el mal que aqueja a nuestra sociedad: nos han implantado un frenillo en el cerebro.
Dan ganas de emigrar a Pernambuco.

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