dijous, 31 d’octubre del 2013

SOBRE COMPETENCIAS E INCOMPETENCIAS EDUCATIVAS



Es tan frecuente como deplorable que, para mucha gente, posicionarse respecto a cualquier polémica consista en ver de qué lado están los suyos. Ya ni siquiera se tira del manual, que sin ser tampoco un hábito intelectual demasiado recomendable para formarse una opinión crítica sobre algo, como mínimo mantenía una cierta chispa de criterio; sin duda poco dúctil y nada dado a matices, pero criterio a fin de cuentas. Ya ni eso. Se empieza abandonando cualquier espíritu crítico por la comodidad de aplicar el manual, y se acaba asumiendo la posición que dicta el que se supone que lo ha leído.


Los debates educativos en España desde la LOGSE son un ejemplo paradigmático de esta absoluta falta de criterio a la hora de formarse una opinión sobre algo. Pasa también con la LOMCE de Wert, cómo no. El otro día intentaba llamar la atención sobre la necesidad de discriminar entre los planos social y académico a la hora de analizar un sistema educativo. Sin duda hay una indiscriminación aún peor, y es no saber distinguir entre ambos, aun abordados conjuntamente, y el plano político.


Viene esto a propósito de las barbaridades que se están diciendo sobre la LOMCE, sin que en ningún caso quede claro a qué se están refiriendo globalmente. Verbigracia, si invade o no competencias -hasta puede que incompetencias- autonómicas, estatales o parroquiales. Dependerá entonces que uno sea jacobino o girondino que le parezca bien o no la medida. Y esto en el plano del tirar de manual. En el otro, simplemente lo que piensen o me digan que he de pensar los «míos».


En cualquier caso, resulta que si soy independentista, autonomista, confederalista o partidario de la república de IKEA, estaré en contra porque invade “mis”, o más bien “sus” (¿debería decir «nuestras»?) competencias e incompetencias. Si, por el contrario, soy un jacobino irredento, un españolazo recalcitrante o un federalista tibio, entonces estaré a favor, también en razón de quien lo propone ¿Pero de qué medida se trata exactamente? Pues resulta que simplemente, es lo de menos. 


Desde esta perspectiva tan ramplona, no se trata de si a mí me parece bien o no, yendo al caso, que se implante una Reválida al final de la ESO y otra al final del Bachillerato. No, de lo que se trata es de si invade «mis» competencias. Y si resulta que pienso que sí, cosa que habría que discutir si es así realmente, pues entonces estoy en contra. Pero no por lo que proponga la ley de marras,  es decir, no por razones educativas, sino otras que nada tienen que ver con el tema objeto de discusión. Si a mí me parece bien una Reválida, por ejemplo, o si he llegado a la conclusión que en el actual desastre educativo podría ser una solución, eso, simplemente, no importa. Es lo que digan los «míos», a los cuales, por cierto, tampoco les importa un comino si puede ser una medida acertada o no.


Y esto es lo más lamentable del debate que se ha orquestado en torno a la LOMCE, que no se trata de si hay o no algunas propuestas razonables, sino de si invade competencias o no. Y claro, de que habiéndola hecho quien la ha hecho, ya sólo por eso hay que decir que no y punto. Pues qué quieren que les diga, yo no trago.


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