diumenge, 27 d’octubre del 2013

EL NEOCRISTIANISMO PEDAGÓGICO Y LA IZQUIERDA ANTI ILUSTRADA



Los primeros cristianos despreciaban el conocimiento porque desviaba al hombre de su naturaleza y de su objetivo fundamental en la Tierra, la salvación del alma. Los filósofos y sabios helenísticos fueron desde el primer momento objeto de sus iras y de sus mofas, por su pretensión de intentar explicar las cosas más o menos desde la propia razón humana y pretender conocer desde ella la verdad del mundo y los designios de Dios. Y esto es una insolencia y un pecado de soberbia, la famosa hybris (ὕϐρις) por la que se nos castigó como especie y de la que nos redimió Jesucristo con su pasión y muerte.

El Pecado Original fue en realidad un pecado de hybris en el que los filósofos siguieron perseverando ofuscados por su propio orgullo. Ni la filosofía, ni la geometría, ni la aritmética, ni la física servían al hombre para lo más importante de su existencia sobre la Tierra, la salvación del alma en un mundo trascendente que sólo era lugar de paso. La manzana del «Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal» es una metáfora del salto de la condición animal a la humana, de naturaleza a cultura o de fisis a nomos, se ve como una violentación de nuestra propia naturaleza, como una transgresión, como algo indeseable por lo cual indefectiblemente pagaremos el inevitable castigo. El pecado es la pretensión de conocer, quebrantando nuestra propia naturaleza tal como Dios la concibió al crearnos.

Una concepción que ha perdurado a través de la historia surgiendo bajo diferentes formas y planteamientos. No es tan difícil rastrearla en Rousseau, por ejemplo, cuyo bon sauvage tiene mucho de lo que podríamos suponer en los habitantes del Edén o en cualquiera de las múltiples Arcadias que, desde el desarraigo, añoran un estado originario de naturaleza concebido como la carencia de cualquiera de las características que hoy nos definirían como humanos. Ni en las pedagogías modernas inspiradas en este ginebrino, donde la educación, el esfuerzo y la disciplina violentan la espontaneidad natural humana.

La izquierda anti ilustrada y ramplona, hoy hegemónica, impregnada de neocristianismo milenarista y cuyo proyecto, de tenerlo, cada vez se parece más a un pobre remedo de la doctrina social de la Iglesia, esa izquierda «realmente existente» que hoy tenemos, ha heredado esta aversión de los primeros cristianos hacia los filósofos, hacia el conocimiento, hacia la ciencia. Eso sí, en lugar del mundo trascendente y la salvación del alma como objetivo, el objetivo en un mundo inmanente es ahora la consecución de la felicidad a través de la ignorancia sustentada en cuatro tópicos doctrinarios.

Si alguna vez hubo una izquierda ilustrada que exigía que a los obreros también se les enseñara latín, filosofía o matemáticas, lo cierto es que no queda ni rastro de ella... al menos en las estructuras de los partidos y entre sus productores de discurso educativo. Es cierto que en el proyecto de cargarse la instrucción pública, la izquierda ha funcionado más bien como «tonta útil», poniéndose al servicio de inconfesables intereses que la mayoría acaso ni sospeche. Pero también lo es que en todo el proyecto LOGSE, es claramente perceptible este substrato anti ilustrado , así como un profundo desprecio, cuando no claramente aversión, hacia el conocimiento.

Sapere aude” fue la máxima de la Ilustración. “Atrévete a saber”, “decídete a saber”. El objetivo: la emancipación de la humanidad de su minoría de edad culpable, porque sólo el individuo cultivado puede tener criterio y ser autónomo, libre. Es el mismo espíritu, la misma pretensión que la de los comedores de la manzana bíblica o los filósofos objeto de escarnio por parte de los primeros cristianos. Porque su saber no servía para lo que interesaba realmente al hombre y le desviaba de su objetivo, la salvación del alma.

Hoy, nuestros sistemas educativos han reificado el concepto de felicidad, cuya consecución es su función primordial. Ya no la de transmitir conocimientos. Esfuerzo, disciplina, estudio método... todo lo que sea violentación de pulsiones originarias, de los instintos y tendencias naturales, debe quedar proscrito en aras a esta felicidad. Porque, total, no sirve para lo importante. Y además, después de todo ¿para qué le va a servir el latín a un electricista, la filosofía a un camarero, o las matemáticas a un taxista?

De exigir que a los hijos de los obreros también se les enseñara Filosofía, Latín, Física o Matemáticas, la izquierda a pasado a exigir que no se les enseñe a nadie. Es la única forma de que todos seamos iguales y felices. Porque si para unos el conocimiento no servía para nada porque no era útil, más bien todo lo contrario, para la salvación del alma, para otros tampoco sirve para nada porque, por idénticas razones, hasta puede que sea un impedimento para la beatífica felicidad del ignaro. Como los primeros cristianos o, también, como el ginebrino que inspiró tanta pedagogía moderna... Siempre los beocios.


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