dissabte, 21 de setembre del 2013

EL SÍNDROME DE "LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ" (I de II)




Uno, la verdad, no puede dejar de sorprenderse ante la convicción -prefiero no decir "obstinación"- con que tantos se han convertido al independentismo en los últimos tiempos, acaso sólo comparable, pensaba hasta hace poco, a la acriticidad con que tantos otros -los mismos, en algunos casos- se convirtieron en su momento al marxismo; idéntica, por cierto, a la de su “desconversión” posterior. Pero a estas alturas parece bastante claro que no se trata de fenómenos comparables.

Hay algo en el independentismo que no se deja reducir al análisis racional, una incorporación de matriz sentimental, una pulsión que hegemoniza el discurso y sateliza al resto de categorías, poniéndolas a su servicio. Incluso estoy convencido de que, en algunos casos, esta pulsión trivializa y desdeña argumentos que, de otro modo, podrían ser más que dignos de consideración.
 
 
Me estoy refiriendo, claro, al independentista convencido que, manipulado o no, ha sido el auténtico protagonista de la última Diada. Otra cosa muy distinta son los intereses “objetivos” de ciertos sectores que saldrían ganando con la independencia, desde productores culturales pesebristas o empresarios de la subvariante saprofítica, hasta politicastros de medio pelo cuya megalomanía deja corto al Ubú de otros tiempos. Pero no me estoy refiriendo a estos lobbies, sino al independentismo, o mejor, al independentista de a pie que, en el fondo, sabe que no iba a ganar nada, ni en el mejor de los casos, y que hasta puede que empeorara, en el peor de ellos, pero que le da igual. Me pregunto si el famoso mantra “España nos roba” no será algo cuya veracidad, o no, les tenga en el fondo sin cuidado. Porque en todo caso sería un argumento subsidiario, al servicio de una pulsión devenida idea-fuerza, que es la auténtica génesis del discurso independentista.


Y es entonces cuando a uno no le queda más remedio que remitirse a lo que llamaré el síndrome de “Lo que el viento se llevó”, la evocación nostálgica de un pasado idealizado a partir del cual algo se torció, y al cual hay que volver para reenderezar el rumbo o, dicho en otros términos, para sublimar el desarraigo alimentado por este mismo síndrome.
(Continuará)


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