dimecres, 5 de juny del 2013

LOMCE, WERT Y EL PLURILINGÜISMO PAPANATAS (IV de VI)


Si el problema se ha focalizado en las carencias que los alumnos presentan en lengua inglesa, la solución parece ciertamente fácil: que se impartan otras materias en inglés; una pocas, unas cuantas o todas ellas, da igual, pero en inglés. Pero un proyecto de tal envergadura presenta toda una serie de problemas de aplicación que la Administración, con su proverbial capacidad y rapidez de reflejos, sin duda sabe ya como superar. Y el detalle que la LOMCE cite sólo de paso alguna dificultad es perfectamente irrelevante... Críticas de academicistas resentidos que no están à la page de la modernidad pedagógica.

En cualquier caso, yendo ya en serio, a uno modestamente se le ocurren, a bote pronto y como mínimo, dos dificultades técnicamente insuperables y una de conceptualmente valorativa.

Empezando por la conceptualmente valorativa, la primera cuestión que asoma es qué sentido tiene impartir en inglés clases de otras materias en un país que, entre cuyas muchas lenguas, incluyendo el recientemente descubierto LAPAO, no figura precisamente el inglés. Sí, claro, la respuesta inmediata ya la sabemos: se trata de que, precisamente al introducir en otros saberes a los alumnos utilizando el inglés, aprenderán mejor dicha lengua. Ése es el objetivo. Ahora bien, más allá del objetivo confesado ¿En qué se sustenta, una afirmación tal como que "así se aprendería mejor el inglés"?

También nos podríamos preguntar si la transmisión de conocimientos en inglés tiene algún tipo de peculiaridad que haga más asequibles estos conocimientos. Una pregunta nada baladí, si tenemos en cuenta que Inglaterra no es que destaque precisamente por las virtudes de su sistema educativo, centros de élite aparte, claro. Ni los EEUU... Pero aún así, reaparece la pregunta ¿qué sentido tiene que un país enseñe en una lengua que no es la suya, o ninguna de las suyas, según el caso?

Precedentes no hay, salvo casos aislados que en absoluto se corresponden con nada de lo que aquí se está tratando. Y si resulta que el sentido de todo esto es que los alumnos aprendan mejor el inglés ¿por qué no, y aprovechando ya lo extendemos al resto de materias, se plantea un modelo de enseñanza exigente, donde no se pueda promocionar automáticamente con tropecientas materias suspendidas, incluido el inglés? ¿Por qué no se proyecta una reforma del sistema educativo en la cual quede claro que su función primordial es la transmisión de conocimientos -incluidas las lenguas extranjeras- y con unos criterios académicos que liquiden de una vez toda la jerga lúdico-logsera que ha convertido los antaño institutos de enseñanza media en poco más que simples parques temáticos? Y finalmente, con un sistema educativo garantista y permisivo como el que tenemos, donde lo académico ha sido arrinconado, ninguneado y despreciado, donde la memoria ha sido desterrada y el esfuerzo penalizado; donde los procedimientos han suplantado a los conocimientos... ¿Cómo es posible que alguien se sorprenda que los alumnos no aprendan inglés o cualquier otra materia? ¿Cómo es eso posible? ¿Tan imbéciles son?

Vamos a suponer, que es mucho suponer, que asumimos las bondades de la impartición de otras materias en inglés. Así seremos ciudadanos cosmopolitas, abiertos y emprendedores. Y desde luego, una cosa buena sí tendría, facilitaría enormemente las expectativas de emigración; cosa buena donde las hubiere, porque esto, la verdad, tal como están las cosas, no hay quien lo aguante. Así lo tendrán más fácil para poner los pies en polvorosa.

Pues asumiendo lo anterior, tenemos a primera vista dos problemas técnicos de muy difícil, si no imposible, resolución. Partimos de la base que el esquema docente sigue articulado, aunque muy adulterado, sobre el modelo de la academia, cuya estructura básica es el binomio docente-discente; donde el primero emite y el segundo recibe. Desde esta perspectiva, tenemos en primer lugar el problema del emisor; y en segundo, el problema del receptor. Veamos.

(To be continued)

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