dilluns, 15 d’abril del 2013

ESCRACHES Y CHUSMA POLÍTICA



Comentaba el joven Marx que todas aquellas pamplinas medievales sobre el honor y el arrojo guerrero propios la nobleza, no ocultaban sino la holgazanería más desmedida y chabacana. Hoy con el "honor" de los políticos escrachados y sus compañeros de viaje, sería la desvergüenza y el más patético de los cinismos. Porque la apelación a algo en que ya nadie cree, es patética. Me estoy refiriendo a los sarpullidos que ha levantado el fenómeno escracher entre sus supuestas víctimas y a la celeridad con que han desarrollado medidas represivas para ponerle coto. Una celeridad que contrasta con la extrema lentitud de que hacen gala en otras materias que, para ellos sin duda, deben ser anecdóticas.
Aun manteniendo intactos todos sus privilegios, dicen sentirse acosados cuando un grupo de "desahuciados inmobiliarios" se planta a la puerta de su casa increpándoles su cinismo y su displicencia. Y entonces descubrimos que, como Al Capone llorando mientras escuchaba a Carusso, también los políticos tienen sus sentimientos ¿Cómo no? Muy bien, nos damos por enterados, hasta ahora no se había notado.
Y lo más enternecedor es cuando, con este morro que se lo pisan, aluden al daño que puede hacerles a sus familias, sobre todo a sus hijos. Imagínense ustedes los traumas que puede producir entre la delicada y sensible progenie de los políticos, que el hasta entonces respetable dignatario y amante padre/madre entre los suyos, resulta vituperado por una cuadrilla de desalmados que no quieren seguir pagando la hipoteca de una vivienda de la que han sido echados. Ya se sabe como son los pobres, gentes desagradecidas que muerden la caritativa mano que les da de comer...
Poco importa que los tribunales europeos hayan dicho que esta práctica atenta contra todo sentido del derecho y que, además, es inmoral. Tampoco parece preocupar el trauma infantil de los niños que ven como les echan de sus casas y le condenan a la miseria. Al contrario, hasta puede que, para estos "otros" niños, sea un ritual iniciático para que se vayan enterando de lo que les espera en la vida... Curiosa asimetría que alguien se preocupe por el trauma de un niño cuyo papá es objeto de escrache, pero que se quede indiferente ante el del que es arrancado de su casa.
Y claro, cuando algunos resabiados deciden ir a protestar frente al domicilio de los responsables políticos, la reacción es al unísono y unívoca: reprimir, fomentar la delación y poner multas. Así como eventuales penas de cárcel. Que nadie se extrañe que dentro de poco a un escracher pillado in fraganti le caiga más multa y cárcel que a cualquiera de los honorables encausados ante los que protestan. Quieren cortarlo de cuajo porque les da pánico. Y tienen razones sobradas para ello; para que les dé pánico, quiero decir.
No me gusta el escrache. La verdad, me parece francamente de mal gusto. Pero me parece mucho peor la corrupción y la "condescendiente" tibieza con que se está tratando por parte del sistema y sus poderes fácticos. Es decir, ellos mismos y sus mamporreros. O quizás los mamporreros sean ellos. Porque, claro ¿Cómo queremos que reaccione alguien a quien echan de casa a la vez que obligan a seguir pagando por lo que le han quitado, mientras observa los obscenos espectáculos de corrupción con que, día tras otro, nos obsequian los mismos que se niegan a corregir esta aberración?
En la magistral película de Ettore Scola "La nuit de Varennes" -el modelo de la no menos magistral "Stage Coach" de John Ford, trasladado a la revolución francesa- uno de los protagonistas le replica a la princesa que no entiende cómo el pueblo puede ser tan desagradecido con su rey legítimo: "han descubierto que son pobres".
Los desahuciados lo están descubriendo también. Y que mientras la justicia blinda a banqueros convictos y a políticos corruptos, a ellos les quitan la vivienda y, si encima protestan, les multan y meten en la cárcel. Un descubrimiento interesante. Y revelador.

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