dilluns, 8 d’octubre del 2012

EL ASESINATO DE PRIM: LA ÚLTIMA PISTA (4ª parte) (A vueltas con la muerte de Prim - XVIII)

 

 

Que fue él quien lo urdió me parece inevitable. Por eliminación y reducción al absurdo, lo admito ¿Pero quién más podría inquietar al franquismo monárquico como para que empezara a remover pruebas documentales? Su posición preeminente en la causa borbónica, en la Restauración y su aureola de hombre de estado entre el conservadurismo monárquico, hacía especialmente indeseable la eventualidad que aquí apunto. Si había legajos comprometedores, tenían que desaparecer. De no haber sido comprometedores, nadie se habría molestado en distraerlos. Y de decir lo que hasta entonces se había dicho, tampoco. 

Cánovas del Castillo estuvo trabajando para la restauración borbónica desde el mismo momento en que la Gloriosa echó a Isabel II. Y desde el primer momento descartó el regreso de la reina destronada. Actuó como jefe y estratega político de la causa, encarnada en la figura del heredero, el príncipe Alfonso. Con Isabel II ya nadie quería saber nada. Estuvo conspirando para desprestigiar y sabotear la monarquía de Amadeo y la I República. También él mismo redactó el Manifiesto de Sandhurst, que lanzó el joven príncipe Alfonso desde la academia militar inglesa -en la que estaba estudiando- ofreciéndose como rey de España. Y tampoco es ningún secreto que Cánovas pactó el régimen de la Restauración con Gran Gretaña, cuyo interés en la "estabilidad" española era manifiesto. Cuando fue el momento, activó el pronunciamiento de Martínez Campos para desalojar a Serrano, que le estaba cogiendo el gusto a eso de jugar a ser el Mac-Mahon español. 

Todo esto no es descubrir nada, está en cualquier manual.  Cánovas se pasó años tejiendo las complicidades necesarias para llegar a la restauración borbónica. Una restauración donde lo más importante no era la persona o la dinastía, sino el modelo político que se instituía: un intento de solución de continuidad al moderantismo de la época isabelina. Tampoco son novedad sus connivencias con Inglaterra. La novedad sería que habría empezado antes de lo que se pensaba y jugando muy fuerte.

En 1897, veintitrés años después de restaurar a los borbones y de ser durante todo este tiempo el hombre con más poder de España, Antonio Cánovas del Castillo murió asesinado por un anarquista italiano mientra estaba leyendo el periódico en un balneario vasco. Con ello se convertía en el segundo primer ministro español asesinado. ¿Némesis histórica? Después de todo, si la apoplejía de Montpensier cazando patos lo es, y lo de Serrano con el cenizo de morir el mismo día que Alfonso XII, también ¿Por qué no lo suyo con Angiolillo? Clío tiene estas cosas, a veces.

Actualmente se está analizando la momia de Prim para determinar si murió efectivamente el 30 de diciembre de 1870, tres días después del atentado en la calle del Turco, o si por el contrario, falleció -según parece que se especula actualmente- la misma noche  del 27 y se ocultó la noticia hasta el 30 por razones de Estado. Sea como fuere, en nada iba a cambiar lo que aquí se ha planteado y aquí queda. 


 

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