dissabte, 2 de juny del 2012

EL MONSTRUO AMABLE (III)


De modo que, después de todo, no estamos en una situación que admita símiles como los de Hansel, Gretel y la bruja malvada. Muy al contrario, más bien estaríamos en una situación análoga a los felices y educados inquilinos de la pecera de aquel restaurante que aparecía en «El sentido de la vida», de los inolvidables Monty Python. O también -no hay nada nuevo bajo el Sol- si evocamos la caverna platónica, como aquellos infelices gustosamente encadenados a la contemplación de un eterno espectáculo de sombras. Y si alguien viene a decirles que es ficción, si alguien viene a desengañarles y les desata, lo matan. Al fin y al cabo, si el medio es el mensaje ¿acaso no lo es el mensajero.?

La materia del pacto con el diablo, en cambio, no nos sirve aquí. A menos, claro, que consideremos como tal la variante según la cual la mejor trampa del diablo es convencernos de que no existe.

Porque después de todo, tal como afirma Simone:

¿Cómo es posible pretender que una multitud distraída por el deseo de consumir, desviada por continuas sacudidas en su capacidad de distinguir entre lo real y lo ficticio, solicitada por móviles egocéntricos y vagamente prepotentes, atascada en sus imaginaciones de futuro, pueda concentrarse de verdad en algo que se parezca a «los ideales de izquierdas»? Estos tienen un aire de renuncia, de rigor, incluso de tedio; en cambio, las caras del monstruo amable alimentan la festiva espera de un crecimiento indefinido y sin obstáculos, que las sombras de la catástrofe, aunque se perfilen contra el fondo, no deben empañar. Quienes sean más sensibles a estas presiones acabarán mirando con ojos fríos o incluso con irritación determinados mensajes propios de la izquierda: la idea del trabajo como peculiaridad humana, la práctica de la solidaridad como factor de cohesión, la lucidez del análisis de lo real, la moderación minimalista del consumo, el respeto hacia las cosas y las personas. (...)

Francamente demoledor. Porque según esto, si la izquierda reaparece algún día, sólo podrá hacerlo desde un contexto de necesidad y en una situación límite. Sin que la cuestión sea ya si el modelo de austeridad propuesto en su momento por Wolfang Harich es el más razonable o no, sino sin que haya otra realidad que la extrema escasez que habrá sucedido al saqueo de los recursos en aras a un modelo de beneficio cada vez, cada vez más abstracto y, en consecuencia, más inscribible en la teología que en la economía. Sólo el inevitable apocalipsis que producirá la escasez acabará con el monstruo amable.

No cabe creer en actos volitivos movidos desde la racionalidad. Ni tampoco parece ya que la alusión a la materia de la astucia de la razón sea invocable. Una vez conocemos el poder omnímodo de los paradigmas culturales de masas y el control que ejercen sobre el individuo, ya no podemos creer en la potencialidad redentora del planteamiento marxiano según el cual son las condiciones materiales de la existencia las que determinan una conciencia sólo ofuscada por la inversión que supone la alienación, eso sí, más o menos sofisticada según el caso. No, aquí estaríamos ante un planteamiento cualitativamente distinto que no admite, por tanto, la «revelación» propia de toda toma de conciencia moral. O no la admite o, si lo hace, es para mirar a continuación hacia otro lado y proseguir como si nada.

Sólo acaso podríamos amagar con buscar la redención en una libertad humana en la línea de Fichte: la libertad como fundamento de toda génesis. O eso o estaríamos atrapados sin solución de continuidad.

Puede que estemos atrapados sin solución de continuidad. En cualquier caso, sigue valiendo la pena leer este libro.

4 comentaris:

  1. Com em deia un dels pocs mestres que queden no fa gaire, al final l'única possibilitat que li queda a l'esquerra o a allò que històricament ha estat el seu equivalent, és la fondació de monestirs

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    1. Potser sí. O com a mínim, una de les poques possibilitats que li queden. Sobretot si ho entenem en el sentit alto-medieval del terme: àmbits de conservació, de preservació d'una forma de veure i d'entendre el món que avui hauria quedat arracononada en algun cul-de-sac de la història, però la necessitat de la qual, això no obstant, es cada cop més peremptòria.

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  2. En cualquier caso, a la descripción de este supuesto "poder omnímodo" cabría oponer la simple tesis de Foucault: "donde hay poder hay contrapoder (o resistencia)". Asimismo, tampoco estoy muy seguro de que los ideales de izquierda tengan un "aire de renuncia, de rigor, incluso de tedio". Me parece que el análisis de Sloterdijk contraponiendo la levedad de la izquierda a la gravedad de la derecha da más en el clavo...

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    1. Más resistencia que contrapoder. Y ni de eso estoy seguro. Porque la izquierda así denominada no es hoy en día un contrapoder a nada. Al menos no como alternativa al paradigma cultural de masas que es el monstruo amable-, sino una pieza más de dicho engranaje y cuya única meta es alcanzar el poder político como fin en si mismo; no como como un medio. Ello no sólo porque la izquierda haya renunciado a cualquier proyecto alternativo en forma de modelo mínimamente articulado, que también, sino, y sobre todo, porque esta renuncia cierra el círculo de la maldición maquiaveliana sobre el poder.

      Y ésta, claro, es la izquierda de la levedad. Porque no puede ser sino leve: es la izquierda de la corrección política, de la paridad, del pensamiento débil y del relativismo cultural; de la etnicidad frente a la clase social o del identitarismo tribal frente al internacionalismo de género (humano). Es la izquierda que vio en la revolución de Jomeini un movimiento de liberación sólo por su carácter furibundamente antiamericano, y que sigue sin ver más allá de sus narices en la "primavera" árabe. Es la izquierda ramplona que, recordando a Mairena, apuesta por una escuela superior de sabiduría popular en lugar de por una escuela popular de sabiduría superior -véase si no la LOGSE-.

      Ciertamente, podríamos preguntarnos dónde está la otra izquierda, la de tradición ilustrada y racionalista. Quizás, a propósito de la intervención de Jordi más arriba, esté fundando monasterios.

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